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3. Régimen de tenencia

Geohistoarteducativa (CC BY-NC)

En lo que a tenencia de la tierra se refiere, distinguimos entre régimen de explotación directa y régimen de explotación indirecta.
El primero consiste en que el titular de la explotación agraria, con independencia de que trabaje físicamente en ella o no, es propietario de la tierra.

La explotación indirecta resulta cuando el titular de la explotación y el propietario de la tierra no es la misma persona. En estos casos, el propietario cede la tierra para su explotación en régimen de arrendamiento, aparcería o bajo cualquier otra fórmula.

El arrendamiento, es de hecho, un alquiler y se establece mediante el pago de una renta cierta, convenida de antemano, en metálico o en especie, con independencia del resultado de la cosecha.

La aparcería es una sociedad a la que el sueño aporta la tierra y el aparcero, el trabajo; los gastos se satisfacen a medias y los beneficios o productos de la cosecha se reparten en la proporción establecida. Como la producción se desconoce en el momento de la firma del contrato, la renta es variable, y propietario y aparcero comparten por igual ganancias en los años buenos y pérdidas, si las hubiera, en los años malos.

Estos regímenes de tenencia de la tierra han tenido gran vigencia y significado en el campo español. Hoy se tiende al incremento de la explotación directa, al mantenimiento del arrendamiento y a la drástica reducción de la aparcería, que se agudizó con el éxodo rural.

La sociedad española hasta casi mediados del siglo XX fue rural por cultura y residencia de la población y agrícola pues la agricultura tendrá mucha importancia en la producción de la economía nacional y en el autoabastecimiento de las poblaciones.

Esto hace posible la autarquía local y comarcal que terminará con la llegada del ferrocarril y que acabó hace unas décadas con la instauración de una sociedad urbana.
En los últimos años la actividad agraria ha evolucionado: se ha orientado al mercado, se ha especializado en las producciones y a gran escala en una economía integrada en mercados internacionales.

Las innovaciones técnicas también favorecieron al campo, la mecanización, el uso generalizado de abonos y fertilizantes, el empleo de semillas y razas seleccionadas,... todo ello en una sociedad moderna que se desarrollaba progresivamente.

El ingreso de España en la U.E. ha influido en la actividad y espacio agrario, pues ha supuesto la ampliación de los mercados agrarios, la participación en las políticas comunitarias y nuevas condiciones de financiación de la producción agraria.

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