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Los ilustrados

Les philosophe

Les philosophe es sencillamente un vocablo francés, que significa filósofo, pero ser filosófico significaba en el siglo XVIII aproximarse cualquier tema con un espíritu crítico inquisitivo. En inglés, el vocablo francés se utilizó para designar un grupo de escritores que no eran filósofos, en el sentido de que trataban las cuestiones últimas de la existencia. Eran hombres de letras, divulgadores y publicistas. Aunque a menudo eruditos, escribían para llamarla atención, y fue a través de los filósofos como se extendieron las ideas de la ilustración.

El público lector de la época se había ampliado considerablemente. La clase media instruida, comercial y profesional, era mucho mayor de lo que nunca había sido. Tenían un gran interés demandaban diccionarios, enciclopedias y compendios sobre todos los campos de conocimiento. Los nuevos lectores querían que las materias se les presentasen con una presentación de un modo interesante y claro y apreciaban el ingenio y la ligereza en el tratamiento. La clase media burguesa iba haciéndose no solo instruida, sino inclinada pensar.

Otro aspecto en el que las obras de la época se veían influidas por las condiciones sociales. Todas ellas se escribían bajo censura.  Una censura que intentaba evitar la entrega de nuevas ideas y proteger al pueblo contra las ideas perniciosas. Pero en Francia la censura se ejercía de manera bastante leve. Al estar legalmente prohibido criticar a la iglesia o al Estado lo que hicieron los franceses fue dirigir sus críticas hacia un plano más abstracto; así se atacaba de manera general y se evitaba el enfrentamiento directo.

París se va a convertir en el corazón del movimiento. Las señoras, en sus salones, celebraban veladas en las que los intelectuales, hombres de letras y gente de la sociedad distinguida conversaban, brillantemente, sobre muchos temas. También se va a publicar la enciclopedia que va a extender todas estas ideas rápidamente.

El filósofo de la razón

Kant (LA RAZÓN COMO GUIA, IMPULSO. PARA LA ACCIÓN Y TRIBUNAL).

Geohistoarteducativa (CC BY-NC)

     Confió moderadamente en la Razón y no pensó que ella sola pudiera despegarse del mundo empírico y planear ella sola sobre la región de lo metafísico; así critica el sueño dogmático. Pero sí pensaba que si la razón se acercaba la sensibilidad y a la armonía era capaz de ofrecernos conocimientos plenos y verdaderos. A la vez esta misma razón puede llamarlo desde lo más íntimo de nuestro ser para incitarnos a la vida buena, en un mandato del bien que nada en el mundo puede quebrar. Pero ambas tareas el conocimiento y la vida moral, necesitan el cuidado de una instancia que la regule, que evite sus pretensiones infundadas o las confusiones en cuanto a sus resortes legítimos; curiosamente para Kant esta instancia o tribunal al que debemos acudir es también la propia Razón.

     Junto con esta idea tenemos en Kant la fascinación por una idea del mundo empírico y natural triunfante, la que ofrece el sistema de Newton, con la que nos arriesgamos a tratar todo como mera cosa, incluidos los hombres, perdiendo los propios del mundo moral, la libertad y la dignidad de la decisión ética. La empresa filosófica de Kant es temeraria: mostrar que ambos mundos pueden conciliarse y que están presentes en la vida humana.

Geohistoarteducativa (CC BY-NC)

El ejemplo inglés

John Locke

Fue uno de los mayores representantes del empirismo y el padre del liberalismo político que nació en Inglaterra en 1632. Al igual que Hobbes estudio en Oxford aunque no se adhirió a la filosofía de los escolásticos. John Locke fue también diplomático, teólogo, economista, profesor de griego antiguo y de retórica, y alcanzó renombre por sus escritos filosóficos, en los que sentó las bases del pensamiento político liberal.

Su trabajo al servicio de los Hasley le permitió visitar Francia donde incluso recibió y tomó contacto con el círculo de Gassendi y también residió en Holanda. Murió en Essex en 1704

En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690), sentó los principios básicos del constitucionalismo liberal, al postular que todo hombre nace dotado de unos derechos naturales que el Estado tiene como misión proteger: fundamentalmente, la vida, la libertad y la propiedad. Partiendo del pensamiento de Thomas Hobbes, Locke apoyó la idea de que el Estado nace de un «contrato social» originario, rechazando la doctrina tradicional del origen divino del poder; pero, a diferencia de Hobbes, argumentó que dicho pacto no conducía a la monarquía absoluta, sino que era revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado.

La autoridad de los Estados resultaba de la voluntad de los ciudadanos, que quedarían desligados del deber de obediencia en cuanto sus gobernantes conculcaran esos derechos naturales inalienables. El pueblo no sólo tendría así el derecho de modificar el poder legislativo según su criterio (idea de donde proviene la práctica de las elecciones periódicas en los Estados liberales), sino también la de derrocar a los gobernantes deslegitimados por un ejercicio tiránico del poder (idea en la que se apoyarían Thomas Jefferson y los revolucionarios norteamericanos para rebelarse e independizarse de Gran Bretaña en 1776, así como la burguesía y el campesinado de Francia para alzarse contra el absolutismo de Luis XVI en la Revolución Francesa).

Locke defendió la separación de poderes como forma de equilibrarlos entre sí e impedir que ninguno degenerara hacia el despotismo; pero, por inclinarse por la supremacía de un poder legislativo representativo de la mayoría, se puede también considerar a John Locke como un teórico de la democracia, hacia la que acabarían evolucionando los regímenes liberales. Por legítimo que fuera, sin embargo, ningún poder debería sobrepasar determinados límites (de ahí la idea de ponerlos por escrito en una Constitución). Este tipo de ideas inspirarían al liberalismo anglosajón (reflejándose puntualmente en las constituciones de Gran Bretaña y Estados Unidos) e, indirectamente, también al del resto del mundo (a través de ilustrados franceses, como Montesquieu, Voltaire y Rousseau).

Menos incidencia tuvo el pensamiento propiamente filosófico de Locke, basado en una teoría del conocimiento empirista inspirada en Francis Bacon y en René Descartes.

Geohistoarteducativa (CC BY-NC)

Los difusores de las ideas

Diderot

Filósofo y matemático francés, novelista y crítico literario y figura destacada de la ilustración francesa. Nació en Langres y estudió en el colegio de los jesuitas de esta ciudad de París y consiguió el título de maestro en artes en la Sorbona en 1732. Sin dedicarse a ninguna profesión en concreto pasó unos años oscuros; su obra pensamiento filosófico fue prohibida por el parlamento de París.

A partir de este momento emprende la dirección y redacción de la enciclopedia junto con D'Alembert, labor a la que se dedicó preferentemente hasta 1772.

Su primera obra filosófica contiene un pensamiento crítico, escéptico, sensista, radicalmente empirista y deísta. Adopta el materialismo como sistema, por la simple razón de que es el que está más de acuerdo con los resultados de la ciencia, junto con un monismo al estilo de Spinoza, según el que toda la materia del universo orgánica inorgánica Ponce posee sensibilidad y el alma conciencia no es más que materia organizada; y evoluciona hacia el ateísmo. Niega todo sentido a la libertad humana y ensalza el poder de los instintos para salvaguardar la libertad del individuo en la comunidad

D'Álembert

Creció en París y en el año 1741 fue admitido en la academia de ciencias de París, donde trabajo por el resto de su vida. Fue muy amigo de Voltaire.

Ayudó a resolver la controversia en Fisica sobre la conservación de la energía cinética mejorando la definición de la fuerza en su "Tratado de dinámica" en 1742 que artículo el principio de mecánica de D'Alembert. En el año 1744 aplicó los resultados obtenidos en el equilibrio y movimiento de fluidos.Fue pionero en el estudio de ecuaciones diferenciales y pionero en el uso de ellas en la física. Fue uno de los primeros en comprender la importancia de las funciones y en su artículo definió la derivada de una función como el límite de los cocientes de los incrementos. En realidad escribió la mayor parte de los artículos matemáticos y su trabajo en el volumen 28. D'Alembert fue el que más se acerca una definición precisa de límites y derivadas. Pero su mayor éxito fue el poder aplicar sus conocimientos, así el cálculo infinitesimal se convertía en un auxiliar de diversas ramas de la física.

También estudió hidrodinámica, mecánica de los cuerpos, problemas de astronomía y circulación atmosférica. Rechazo a lo largo de su vida numerosas ofertas como las de Federico II para ir a Prusia como presidente de la academia de Berlin o las de Catalina II para ir a Rusia como tutor de su hijo.

En 1747 comenzó la publicación de la enciclopedia junto con diderot, escribiendo artículos sobre matemática y literatura además del discurso preliminar. En 1772 se le nombró secretario perpetuo de la academia francesa escribiendo entonces los elogios sobre los académicos fallecidos entre 1700 y 1770

Los políticos: Montesquieu

Geohistoarteducativa (CC BY-NC)
Charles de Secondat, barón de Brede y Montesquieu es uno de los principales filósofos políticos de la Ilustración. Se le considera uno de los padres fundadores de la filosofía política que inspirará la independencia de EEUU y la revolución francesa. Para establecer las bases de sus ideario se inspiró tanto en el liberalismo de Locke como en Aristóteleso Cicerón, de esta manera Montesquieu pudo describir el espíritu de la razón que caracteriza a las leyes y de esta manera deja ver su influencia Kantiana

Montesquieu se enfrenta al problema de definir que es «espíritu de las leyes» y someterlas a un análisis científico. Llega a la conclusión que las leyes, las relaciones necesarias, derivadas de la naturaleza de las cosas, permiten, para el hombre, el acceso a la libertad política. Por tanto , va a equiparar a la obediencia de la ley con la obtención de libertad y seguridad.

– La libertad es el derecho a hacer lo que la ley permita, no hacer lo que usted quiere.

Un Estado sin leyes no puede alcanzar la libertad y sin duda, le resultará imposible construir un sistema donde la seguridad y la felicidad alcancen a los individuos

Montesquieu  siguiendo esta premisa solo podía sentirse fascinado por el despotismo, ese absoluto mal político, que corresponde al poder de un solo hombre y cuya única ley es la fantasía del príncipe.

El principio del despotismo es el miedo y, muy a menudo, el miedo religioso. Basado en las pasiones humanas, el despotismo puede sobrevivir.

Además del despotismo (poder de un solo hombre, sin gobierno), Montesquieu distingue a la monarquía, donde, la diferencia del despotismo, el príncipe ejerce el poder al referirse a las leyes y, finalmente, la república: el gobierno. Republicano es donde el pueblo o solo una parte del pueblo tiene poder soberano.

– En el primer caso, estamos tratando con una democracia y, en el segundo, con una aristocracia.

Montesquieu y la separación de poderes:
Perseguido por el problema del despotismo y el de la libertad, Montesquieu fue a la base misma de toda libertad política.

La separación de poderes (legislativo, ejecutivo, judicial) es la mejor manera de conciliar la libertad del ciudadano y la autoridad pública. La idea de una separación de los tres poderes aparece así como el remedio para los abusos de poder: en todas partes, el poder debe detener el poder.

Guiada por un profundo respeto por la persona humana y un apego a la libertad política, la doctrina de Montesquieu forma el horizonte de nuestras visiones políticas modernas.

Principales obras de Montesquieu:

– Letras persas (1721)

– Consideraciones sobre las causas de la grandeza de los romanos y su decadencia (1734)

– El espíritu de las leyes (1748).

Los políticos: Rousseau

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Célebre escritor y filósofo francés del siglo XVIII, demócrata, ideólogo de la pequeña burguesía, uno de los precursores ideológicos de los jacobinos. Sus concepciones filosóficas lo sitúan entre los deístas. Rousseau reconoce la existencia de Dios y de un alma inmortal. Como dualista, se representa la materia y el espíritu como dos principios eternos. Creía que la materia era pasiva e inerte. Desde el punto de vista de la teoría del conocimiento, profesaba el sensualismo (ver) y deducía todos los conocimientos de las sensaciones. Al mismo tiempo, sostenía que las ideas morales tienen un carácter innato.

Sus concepciones sociológicas eran más radicales. En su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1754), Rousseau hizo una crítica acerba del orden feudal: la propiedad privada es la causa de la desigualdad; estima que hay que substituir la gran propiedad por la pequeña, sin abolir, sin embargo, la propiedad privada. Idealizaba el orden social primitivo y repudiaba la doctrina de Hobbes (ver) de la guerra de todos contra todos en la sociedad primitiva. Afirmaba que en el “estado natural”, todos los hombres habían sido iguales e ignoraban el yugo social, la miseria y la injusticia.

En su obra principal, El Contrato Social (1762), Rousseau expone su teoría del Estado fundado en un acuerdo entre los hombres, y reconoce al pueblo el derecho soberano. En oposición a Hobbes, que justificaba el estado absolutista monárquico, Rousseau se pronunciaba por un estado que garantizara los derechos democráticos burgueses. En ese sentido, Rousseau es infinitamente superior a los ideólogos de la burguesía actual que han arrojado por la borda la bandera de las libertades democráticas. Pero el estado ideal de Rousseau no era otra cosa que el reino idealizado de la burguesía.

En su Emilio (1762), Rousseau criticó vivamente el antiguo sistema de educación de la sociedad feudal. Según él, la educación debe tener por objeto la formación de ciudadanos activos y laboriosos. Las ideas pedagógicas de Rousseau tenían un carácter pequeño-burgués. Su ideal lo constituía un artesano honesto. Aunque relativamente progresivas, sus concepciones sociológicas eran idealistas como las de los demás pensadores del siglo XVIII. Rousseau creía que la aparición del Estado (ver) se explicaba por la voluntad consciente de los hombres; no comprendía la naturaleza de clase del Estado, y atribuía un papel decisivo en la sociedad a las ideas jurídicas y morales.

Los políticos: Voltaire

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Escritor francés. Figura intelectual dominante de su siglo y uno de los principales pensadores de la Ilustración, dejó una obra literaria heterogénea y desigual, de la que resaltan sus relatos y libros de polémica ideológica. Como filósofo, Voltaire fue un genial divulgador, y su credo laico y anticlerical orientó a los teóricos de la Revolución Francesa.V

Voltaire estudió en los jesuitas del colegio Louis-le-Grand de París (1704-1711). Su padrino, el abate de Châteauneuf, le introdujo en la sociedad libertina del Temple. Estuvo en La Haya (1713) como secretario de embajada, pero un idilio con la hija de un refugiado hugonote le obligó a regresar a París. Inició la tragedia Edipo (1718), y escribió unos versos irrespetuosos, dirigidos contra el regente, que le valieron la reclusión en la Bastilla (1717). Una vez liberado, fue desterrado a Châtenay, donde adoptó el seudónimo de Voltaire, anagrama de «Árouet le Jeune» o del lugar de origen de su padre, Air-vault.

Un altercado con el caballero de Rohan, en el que fue apaleado por los lacayos de éste (1726), condujo a Voltaire de nuevo a la Bastilla; al cabo de cinco meses, fue liberado y exiliado a Gran Bretaña (1726-1729). En la corte de Londres y en los medios literarios y comerciales británicos fue acogido calurosamente; la influencia británica empezó a orientar su pensamiento. Publicó Henriade (1728) y obtuvo un gran éxito teatral con Bruto (1730); en la Historia de Carlos XII (1731), Voltaire llevó a cabo una dura crítica de la guerra, y la sátira El templo del gusto (1733) le atrajo la animadversión de los ambientes literarios parisienses.

Pero su obra más escandalosa fue Cartas filosóficas o Cartas inglesas (1734), en las que Voltaire convierte un brillante reportaje sobre Gran Bretaña en una acerba crítica del régimen francés. Se le dictó orden de arresto, pero logró escapar, refugiándose en Cirey, en la Lorena, donde gracias a la marquesa de Châtelet pudo llevar una vida acorde con sus gustos de trabajo y de trato social (1734-1749).

El éxito de su tragedia Zaïre (1734) movió a Voltaire a intentar rejuvenecer el género; escribió Adélaïde du Guesclin (1734), La muerte de César (1735), Alzire o los americanos (1736) y Mahoma o el fanatismo (1741). Menos afortunadas son sus comedias El hijo pródigo (1736) y Nanine o el prejuicio vencido (1749). En esta época desempeñó un importante papel como divulgador de Newton con sus Elementos de la filosofía de Newton (1738).

Ciertas composiciones, como el Poema de Fontenoy (1745), le acabaron de introducir en la corte, para la que realizó misiones diplomáticas ante Federico II. Luis XV le nombró historiógrafo real, e ingresó en la Academia Francesa (1746). Pero no siempre logró atraerse a Madame de Pompadour, quien protegía a Prosper Jolyot de Crébillon; su rivalidad con este dramaturgo le llevó a intentar desacreditarle, tratando los mismos temas que él: Semíramis (1748), Orestes (1750), etc.

Su pérdida de prestigio en la corte y la muerte de Madame du Châtelet (1749) movieron a Voltaire a aceptar la invitación de Federico II el Grande. Durante su estancia en Potsdam (1750-1753) escribió El siglo de Luis XIV (1751) y continuó, con Micromégas (1752), la serie de sus cuentos iniciada con Zadig (1748).

Después de una violenta ruptura con Federico II, Voltaire se instaló cerca de Ginebra, en la propiedad de «Les Délices» (1755). En Ginebra chocó con la rígida mentalidad calvinista: sus aficiones teatrales y el capítulo dedicado a Miguel Servet en su Ensayo sobre las costumbres (1756) escandalizaron a los ginebrinos, mientras se enajenaba la amistad de Rousseau. Su irrespetuoso poema La doncella (1755), sobre Juana de Arco, y su colaboración en la Enciclopedia chocaron con el partido «devoto» de los católicos.

Frutos de su crisis de pesimismo fueron el Poema sobre el desastre de Lisboa (1756) y la novela corta Cándido o el optimismo (1759), una de sus obras maestras. Se instaló en la propiedad de Ferney, donde Voltaire vivió durante dieciocho años, convertido en el patriarca europeo de las letras y del nuevo espíritu crítico; allí recibió a la elite de los principales países de Europa, representó sus tragedias (Tancrède, 1760), mantuvo una copiosa correspondencia y multiplicó los escritos polémicos y subversivos, con el objetivo de «aplastar al infame», es decir, el fanatismo clerical.

Sus obras mayores de este período son el Tratado de la tolerancia (1763) y el Diccionario filosófico (1764). Denunció con vehemencia los fallos y las injusticias de las sentencias judiciales (casos de Calas, Sirven y La Barre). Liberó de la gabela a sus vasallos, que, gracias a Voltaire, pudieron dedicarse a la agricultura y la relojería. Poco antes de morir (1778), se le hizo un recibimiento triunfal en París. En 1791, sus restos fueron trasladados al Panteón.

 Artículo procedente de:
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Voltaire. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). 

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