Las metrópolis siempre mantuvieron con sus colonias relaciones desiguales. El 80 % del comercio exterior y de las importaciones en el extranjero se realizaba entre los países industrializados. Los impulsores del imperialismo estaban firmemente convencido que los beneficios de la expansión eran mucho más elevados que sus costes. Sin embargo, los costes de la expansión imperialista fueron sufragados con los impuestos de todos los ciudadanos, pero fueron los grupos dirigentes políticos y económicos los que obtuvieron unos beneficios muy superiores a los que aportaron; es decir, que el imperialismo sirvió para transferir ingresos de toda la sociedad a las clases altas a través de impuestos, subvenciones, protección política y militar a los negocios y otros muchos mecanismos.
El orgullo colectivo de las naciones imperiales desembocó en una exaltación patriótica que favoreció poco el espíritu de entendimiento entre los pueblos. Si unas naciones europeas se sentían tan superiores a otras en función de la extensión de sus imperios,¿Cómo no se sentirían ante los pueblos dominados? un pensamiento basado en la desigualdad y de fuerte contenido racista impregnaba todos los estratos de la población, al tiempo que aparecerían las primeras explicaciones " científicas ", darwinismo social, que atribuyen cualidades especiales a la razas en función de sus rasgos anatómicos.
A pesar de esa creencia en su superioridad, el horizonte cultural de los europeos, su visión del mundo, sus inquietudes y sus y sus nociones estéticas se vieron influidas por la red de comunicaciones globales. Lo exótico se integró cada vez más en la vida cotidiana, mientras entre los intelectuales se discutían las diferencias entre los dos mundo y se estudiaban las formas de espiritualidad de otras civilizaciones. Todo el mundo se transformó en una compleja red en la que las colonias se convirtieron progresivamente en productores especializados de uno o dos productos básicos, de cuyas vicisitudes en el mercado mundial
dependían absolutamente (monocultivo para la exportación). Mientras tanto, los sectores que producían alimentos y bienes para el consumo interno fueron olvidados, cuando no destruidos.(Algunas potencias europeas procedieron a la destrucción de las artesanías en sus colonias). Por supuesto, la industrialización de las colonias estuvo terminantemente prohibida.
La sociedades indígenas fueron profundamente transformadas por la tendencia a la generalización universal del régimen de propiedad privada de la tierra, desconocido en la mayor parte de la sociedades agrarias que habían sido colonizadas. Se inauguraron en las colonias registros de fondos de propiedad y tributos sobre la posesión de la tierra y se difundió el papel moneda para agilizar el intercambio de mercancías.
En las colonias, al lado de los grupos dominantes constituidos por las antiguas clases terratenientes y oligárquica, se desarrolló una burguesía capitalista nacida de la relaciones con el comercio colonial. También
surgió una pequeña y mediana burguesía formada por profesionales liberales, intelectuales, funcionarios y comerciantes, en principio liberales, que pronto se sumaron al movimiento contra el colonialismo. La mayoría de la población era campesina y había también un número reducido de obreros y trabajadores urbanos, surgidos con el capitalismo colonial.
En algunos lugares los nativos fueron aniquilados, de forma que sus tierras se convirtieron en el territorio de nuevas naciones blancas. En otros la población autóctona era muy abundante y la blanca demasiado escasa para que esto ocurriera, en estos casos, los blancos se quedaron con las mejores tierras y se convirtieron en el grupo dominante servido por nativos mal pagados (en África se decía, irónicamente, que los blancos eran la carga del hombre negro). En conjunto toda la vida de los territorios coloniales cambio desde el sentido del tiempo y del espacio hasta los hábitos domésticos.
Un nuevo concepto del trabajo, la organización, las religiones occidentales y los hábitos de los extranjeros, chocaron con los esquemas de valores, creencias y tradiciones de la población autóctona. En la convivencia entre civilizaciones tan distintas, fue apareciendo un sincretismo cultural, cuando no una aculturación. Con el tiempo, la recuperación de las tradiciones propias de cada territorio acabó convirtiéndose en una bandera para la lucha por la independencia. El mayor legado cultural fue la educación de tipo occidental que percibieron los las élites o las personas que estaban al servicio directo de los colonizadores (soldados, policías,…).
El resultado fue que aparecieron reacciones antiimperialista. A pesar de que desde 1890 existía en las metrópolis una opinión favorable hacia la colonización e imperialismo, lo cierto es que casi desde el principio se van a generar opciones opuestas a la intromisión en las colonias. Estas opiniones se debieron a: las dificultades son los fracasos tales como la derrota española frente Estados Unidos o el drama de Adwa. El ascenso de los partidos socialistas y las atrocidades de la conquista en algunos lugares como la guerra de los bóers junto con los abusos escandalosos cometidos en la explotación colonial como pasó en el Congo. Los sectores conservadores empezaron a temer que el empleo de tantos recursos en la paz y la expansión
acabada por debilitar la nación. Algunos liberales reprobaron el gasto inútil y el despilfarro que se empleaba en la política imperialista. Otras voces se alzaron desde círculos económicos ortodoxos contra los impuestos que el Estado exigía para la expansión de territorial.
Algunos sectores de derechas incluso denunciaban que la expansión imperialista era un negocio de judíos, que manipulaban a los estados a favor de sus negocios. La izquierda y determinados círculos de intelectuales
abrieron brecha en defensa de los derechos humanos en las colonias y contra la violación de las leyes de la democracia; también apelaban a la implicación racista y al darwinismo social. Los socialistas denunciaban que el colonialismo consolidaba el capitalismo y retrasaba la revolución socialista. A pesar de ello, la mayoría de los socialistas de la II Internacional veían como inevitable la expansión imperialista Y centraban sus campañas en el pacifismo y la denuncia de la barbarie de los métodos de colonización. Los socialistas más
radicales querían una evolución rápida hacia la independencia, para que la revolución proletaria y la colonial sumaron sus fuerzas para la destrucción del capitalismo.
A pesar de todo, en vísperas de la gran guerra, el imperialismo y sus resultados gozaban de un amplio apoyo social en occidente. Hubo también como no, movimientos de resistencia en las zonas ocupadas. De momento los imperios coloniales se controlaban todavía tan fácilmente como habían sido adquiridos; la revueltas de los nativos se reprimían sin grandes problemas y en ocasiones con gran brutalidad. Sin embargo, el mismo proceso de extensión de los imperios creó las condiciones que se terminaron la aparición de líderes y movimientos anti coloniales fuertes. Pero los colonizados tampoco estaban unidos en sus intereses y en sus planteamientos. Las élites de la zona sometida se dieron cuenta tempranamente de que era inútil negarse a aceptar el dominio de los europeos. En muchos lugares, estas élites locales llegaron a acuerdos con los conquistadores en provecho propio. Los que se oponían a la colonización tampoco estaban unidos, pues unos buscaban en la cultura indígena los argumentos para la lucha, y otros buscaban una renovación de su país que adoptará el bagaje ideológico europeo (igualdad, soberanía nacional, parlamentarismo, etc.). Años después, cuando la oposición de las colonias se uniera, se convertiría en una fuerza política imperial imparable.