2.3. La etapa final
Resumen
El Imperio romano de Oriente resistió las invasiones germanas y sobrevivió durante otros mil años con el nombre de Imperio bizantino. Su capital se estableció en Constantinopla.
Cuando Justiniano accedió al poder en el 527, el Imperio bizantino incluía la península balcánica, Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto. Además, recuperó la franja costera del norte de África y acabó con la piratería de los vándalos en el Mediterráneo. Justiniano trató de reconstruir la unidad del antiguo Imperio romano, ya que pensaba que el mundo cristiano debía de tener una sola autoridad política. Justiniano se apoderó de los territorios de los vándalos del norte de África, Córcega, Cerdeña y de las islas Baleares; conquistó Italia y Sicilia, dominadas por los ostrogodos, y por último ocupó el suroeste de la España visigoda.
Si se observan las distintas fronteras de este Imperio se puede ver que la más problemática es la que limita con el antiguo Imperio persa.
Los persas, por su parte, se adentraron cada vez más en las provincias orientales del Imperio bizantino. Sin embargo, el peligro persa fue sustituido por el árabe, que se convirtió en el adversario más temible, ya que en el siglo VII ocupó Siria, Palestina y el norte de África. Entonces, el Imperio se redujo a Grecia, Asia Menor y el sur de Italia.
En el siglo XI la situación del Imperio bizantino empeoró con la aparición de dos poderosos nuevos enemigos: los turcos selyúcidas y los reinos cristianos de Europa occidental. Además, la creciente feudalización del Imperio bizantino obligaba a los emperadores a realizar cesiones territoriales a la aristocracia y a miembros de su propia familia con el fin de conseguir los apoyos necesarios para mantener los territorios.
La decadencia de Bizancio concluyó en 1453, cuando otra tribu, la de los otomanos provenientes de Turquía, ocupó Constantinopla.
En el Imperio bizantino hubo una gran prosperidad económica. Se desarrolló un importante comercio por el Mediterráneo y las monedas de oro que acuñaron se convirtieron en el principal medio de pago por toda Europa. Hay que tener en cuenta que este territorio estaba mucho más poblado que el Imperio romano de Occidente y que el fenómeno urbano estaba consolidado desde hacía muchos años, lo que convertía a las ciudades en importantes centros comerciales.
Los emperadores desarrollaron una red viaria y de abastecimiento de agua de grandes proporciones para estas ciudades. Una de las principales rutas comerciales fue la denominada «ruta de la seda», la primera gran ruta comercial de gran importancia. Estas rutas comerciales pasaban por Persia y, a través del golfo Pérsico, llegaban a Europa, o bien por el mar Rojo, hasta Alejandría.
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